Muchas son las advocaciones tradicionalmente consideradas con carácter protector contra algún mal en toda la comarca maragata; pero, sin duda, el santoral de enero y febrero celebra algunas de las más veneradas como abogados tanto de la salud humana como del ganado.
El diecisiete de enero es la fiesta de San Antonio Abad, el patrono de los animales. Se trata de la primera conmemoración importante tras la Navidad y la Epifanía. Tras San Antón, varias festividades exclusivamente religiosas salpican el calendario de los dos primeros meses del año: en Enero, San Antón (día 17), San Sebastián (20), Santo. Tirso (28) y Sta. Eugenia (31); en febrero Sta. Brígida (día 1), “Las Candelas” (2), San Blas (3), Sta. Águeda (5), Sta. Apolonia (9) y Santo Matías (24). Todas son conocidas como “las fiestas de invierno” y antaño más que en la actualidad, eran celebradas en todos nuestros pueblos por su carácter propiciatorio.
En algunos pueblos como Santibáñez de la Isla las celebraciones eran continuas durante 5 días (la Candelaria, San Blas, San Blasico, San Blasón y Santa Águeda), lo cual no es extraño; ya que, las fiestas patronales, no podían celebrarse en caso de coincidir durante el periodo de mayor intensidad de la campaña agrícola.
Hoy, lamentablemente, la falta de vecinos y la decadencia de la base económica de subsistencia (agricultura de secano y cría de ganado menor totalmente dependiente de la naturaleza), han hecho que algunas hayan caído en el olvido y que donde permanece, predomine el sentido lúdico de las mismas.
De estos “santos barbudos”, de invierno o «con espolones» , muchos de ellos abogados de las enfermedades más comunes que padecía la población de estas tierras de rigores invernales, aún conservan parte de ritual San Antón, Santo Tirso, San Blas, las Candelas y Santa Águeda.
San Antón, también conocido como San Antonio Abad vivió retirado en el desierto haciendo penitencia. Este santo fue tenido desde el primer momento como milagroso, pero hasta mucho más tarde no se le encomendó la tarea de proteger a los animales. En el siglo XI comenzó a adquirir fama de sanador de una enfermedad entonces en boga y difícil de curar con los medios de la época llamada «fuego de San Antonio» ya que muchos de sus síntomas eran similares a los padecimientos del martirio sufrido por el santo. Los aquejados de esta dolencia iban en peregrinación a la iglesia de Saint Antoine de Viennois, donde se encontraban las reliquias de San Antón y como era creciente el número de enfermos que había que atender, se fundó una congregación religiosa que socorrían a los pacientes en un hospital contiguo a la iglesia. Parece ser que los religiosos (Hospitalarios Antoninianos. Orden disuelta por el Papa Pio VI en 1787), para sustentar a tantos enfermos como llegaban, criaban cerdos y para distinguir estos ganados se les colgaba al cuello una campanilla con la cruz en forma de «tau» (símbolo de San Antón). Estas reses se consideraban especialmente protegidas por el santo, y pronto este favor se extendió a otras especies, con lo cual el eremita pasó a ser abogado de todos los animales. A partir del siglo XII, los antoninianos se extendieron desde Francia a España a través del Camino de Santiago, estableciéndose en varios puntos del trazado donde se especializaron en la atención y cuidado de los enfermos con dolencias contagiosas: peste, lepra, sarna, venéreas y sobre todo el ergotismo como ya señalamos, por lo que no es extraño que su devoción esté tan arraigada en La Maragatería.
Otras tradiciones afirman que San Antón comenzó a ser abogado de los animales ya en vida, desde que en una ocasión curase a un cerdo gravemente enfermo, y la fama obtenida como «sanador” milagroso se extendió hasta convertirle en protector de todas las bestias domésticas.
En Montañas del Teleno, atravesada por la Ruta Jacobea, San Antón ha sido muy venerado al ejercer su patronazgo sobre todos los animales; pero, de una manera especial sobre los de corral, base, como ya aludimos de la economía familiar.
No es extraño, pues, que cuando los pastores salían a apacentar los rebaños, alguien “con cierto poder o mano” rezase el correspondiente responsorio para que todas las reses volviesen sanas y no fueran atacadas por el lobo, o que los arrieros encomendasen sus preciadas recuas a su amparo y que no fuese extraño que en la mayoría de los pueblos hubiese instituida una cofradía para honrar al santo de forma específica.
Además de venerarse con la celebración de la liturgia, era tradicional que se realizasen ofrendas que, por motivos “mágicos” solían ser partes de cerdo (para que las partes aumentasen lo idéntico) y otros productos del campo (lino en La Cabrera, lana, centeno, panecillos y bollos,…) o ligados al culto (cera).
Las principales donaciones que se hacían del cerdo eran las pezuñas (también llamadas pies, manos, “patos” o “pizpiernos”), trozos de lacón y la “careta”. Generalmente, se recogían los obsequios en varios cestos: en uno se ponían las velas, en otro el lino y la lana, y en otro las partes del cerdo; al acabar la misa se repartía lo recogido de la siguiente manera: las velas para el santo, los lacones, pies y caretas para el cura, y el lino y la lana se subastaban, yendo a parar el dinero obtenido a la cofradía de San Antón.
Hoy, de aquellas celebraciones apenas quedan manifestaciones como las misas y procesiones con el santo (Jiménez de Jamuz, Quintanilla de Somoza, Villarnera), la bendición de los animales de compañía, las subastas de cerdos (La Bañeza), partes del cerdo (Astorga) y el reparto de panecillos u hogazas (Castrocalbón). Otras han desaparecido como las ofrendas del Ramo, el recitado de versos y ripios dedicados a San Antón, el encendido de hogueras la víspera o el ofrecimiento de velas el día de su festividad.
Otro de los santos cuya festividad se califica de “misa y olla” en Montañas del Teleno es Santo Tirso (Piedralba, Santa Marina de Somoza).
En Piedralba, los actos, organizados por la cofradía del santo abogado de las enfermedades de los huesos, están siempre acompañados por la música de la flauta y el tamborín como es menester en cualquier festejo maragato. Comienzan con un “concierto” de repique de campanas mientras se conduce el cetro a la iglesia, para seguidamente comenzar la procesión de la imagen del santo portada por sus cofrades ataviados a la antigua usanza y la santa misa Tras los actos religiosos no falta el convite para todos los asistentes y un animado baile del folclore tradicional. Una curiosidad de esta celebración es la copla popular que los mozos y mozas cantaban en los festejos.
Vengo de Santo Tirso,
vengo mojada;
con la manta del burro
vengo tapada.
Tienes unos ojitos
que no son ojos,
que son quitapesares
de mis enojos.
Ojos negros y grandes
te ha dado el cielo
para que guarde luto
si yo me muero.
Estribillo
Serrana,
la virgen del Puerto te aguarda.
Dile que no voy, que estoy mala,
dile que no voy, que se vaya.
Cofrades sacando a Santo Tirso.
También “las Candelas” es una celebración de gran raigambre en nuestras comarcas. La solemnidad de la Purificación de la Virgen, era considerada como una de las fiestas importantes de Nuestra Señora y lo más llamativo era la procesión de las candelas. De ahí el nombre popular con el que se la conoce. A pesar de que ya casi se ha perdido su carácter solemne, esta fecha fue «fiesta de guardar» en Filiel, Combarros, Valderrey, Castrillo de la Valduerna, Quintana y Congosto y Palacios de la Valduerna. Sólo en Astorga y La Bañeza, perdura la tradición de presentación de los niños nacidos en el año, la «bendición de la cera» y la ofrenda de dulces que son repartidos entre los asistentes a la celebración litúrgica
Al día siguiente de las candelas se celebraba San Blas. Según la tradición, fue un médico, obispo de Sebaste en Armenia (actual Turquía), y mártir cristiano en el siglo IV que era muy conocido por su don de curación milagrosa, que aplicaba tanto a personas como a animales. La tradición cuenta que entre sus milagros salvó la vida de un niño que se ahogaba al trabársele una espina de pescado lo cual dio origen a la costumbre de bendecir las gargantas el día de su fiesta el 3 de febrero con la siguiente jaculatoria: “Por intercesión de San Blas te preserve Dios del mal de garganta y de cualquier otro mal».
Esta fiesta tuvo gran resonancia en Maragatería y, sobre todo en Santa Catalina de Somoza donde se reverencia como reliquia un trozo de hueso introducido en una urna de cristal que según la tradición pertenecía al antebrazo de San Blas (en Astorga también se expone la reliquia de San Blas que tiene gran devoción y en Boisán existe una hermosa imagen del santo del siglo XII).
La conmemoración comienza con una misa durante la que los asistentes acuden a besar la reliquia del Santo, y seguidamente se procesiona su imagen (curiosamente, los lugareños dicen que tiene un calcetín de cada color), acompañados de los sones maragatos de la flauta y el tamborín. Tras los ritos litúrgicos, se celebra un baile tradicional y se conserva la tradición de ofrecer a los asistentes un convite de chorizos entrecallaos, pastas y vino para acompañar las viandas.
También en La Bañeza, se honra solemnemente a San Blas. Su cofradía de la cual se tienen ya noticias en el siglo XVII (año 1648) es la encargada de rendirle homenaje. El centenario ceremonial comprende una serie de actos litúrgicos que comienzan con una novena en la Iglesia de Santa María que comienza el 31 de enero y culmina con una misa con procesión de la imagen por diversas calles de la ciudad (A esta procesión asisten también las “samblasinas”, variante de cofradía femenina, compuesta por hermanas y esposas de los cofrades), el traspaso del cetro del santo entre el juez saliente y el entrante y el reparto las “cerillas” (trocitos de cera que se entregan a los cofrades y devotos asistentes, previo donativo que todos entregarán para el santo y que administrará su cofradía, con esta fórmula: “Por la intercesión y los méritos de San Blas, obispo y mártir, Dios os libre de los dolores de garganta y de cualquier otro mal”, ya que es creencia arraigada que dicho trozo de cera, colocado alrededor de la garganta preserva de las enfermedades del aparato respiratorio, contra las afecciones de la voz y otras dolencias relacionadas).
Pero también hay lugar para la fiesta que, como es tradicional, se concreta en una jornada de hermandad entre los cofrades en la que no faltan los pasacalles, el aperitivo (un suculento ágape por parte del juez entrante en ese año en el que no faltan las tradicionales “pastas de San Blas”, (dulce típico de esta festividad) y un buen banquete.
Como ya anticipamos, también se honraba a San Blas en Santibáñez de la Isla con un singular ceremonial sacro y pagano que congregaba a multitud de gente de la contorna que acudían con ofrendas y velas a la espera de sus favores y del que ahora ya sólo queda la liturgia religiosa y la celebración familiar. Cada año, el 3 de febrero, un mozo y una moza simulaban ser una pareja de novios, Afrodisio y Sinforosa, y se encaminaban hacia la iglesia al son del tamborilero, invitando a todo el pueblo a unirse a ellos para acudir a misa, la adoración de la reliquia y a procesionar al santo. También los vecinos de la contorna acudían a encender una vela a los pies de “San Blas el Viejo” de Santibáñez para que les protegiese de los males de la garganta ya que era tenido por muy prodigioso. En la celebración religiosa no faltaban los cánticos y coplas alusivas al santo que entonaba un coro de mozas (ramo):
Hoy día tres de febrero
Día de San Blas Bello,
Venimos estas humildes doncellas…
San Antonio es Abad
San Tirso es de aliso
Y San Blas de madera
Como todos los demás.
Al finalizar el culto, se iba hasta el prado donde organizaba un animado baile hasta llegada la hora de comer, cuando los lugareños iban a sus casas para dar cuenta de un buen banquete mientras que los forasteros disfrutaban de un almuerzo campestre. Por la tarde, se reanudaba el baile y los cánticos hasta que la caída del sol marcaba el regreso a casa para los forasteros y el inicio del baile en el salón para los santibañecinos.
Antes de que la Cuaresma asome en el calendario, aún queda una fiesta de gran tradición local, que actualmente se celebra con mayor o menor intensidad, Santa Águeda.
Santa Águeda de Catania fue una virgen y mártir y según la tradición cristiana su festividad se celebra el 5 de febrero. Se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia; en general se la considera protectora de las mujeres.
La fiesta de Santa Águeda en La Bañeza es un día especial en el que las mujeres toman el gobierno y lo toman de verdad. Se celebra un acto en el Ayuntamiento en el que se solicita al Alcalde el bastón de mando por un día y, una vez conseguido, comienza la fiesta. Entre las actividades que se programan destaca, el nombramiento de Águeda Mayor. Tras la celebración de una misa, tiene lugar el desfile por las calles de la ciudad ataviadas con la indumentaria típica al son de música tradicional que las águedas acompañan con sus castañuelas. Tampoco faltan los bailes y la comida de hermandad.
En Murias de Rechivaldo, la Hermandad de Santa Águeda también honra a su patrona con una misa con procesión al ritmo de flauta y tamborín. Al finalizar se sirve un vino español para todos los asistentes.
Las Águedas de Palacios de la Valduerna festejan a la santa con la asistencia a una misa, vestidas con traje regional, donde cantan una canción tradicional:
…Es Santa Águeda bendita / de los pechos abogada / y muchas con sus ofertas / venimos a visitarla. / No pierdan la devoción / que han de salir consoladas / las que son siempre devotas/ de esta soberana santa…
Después de la liturgia, celebran una comida de hermandad y como colofón el baile amenizado con sones de tamboril.
Este conjunto de Santos, como ya apuntamos se identifican como los “santos de invierno”, “santos barbudos” o “santos con botas” y su tradición fue tan arraigada que las han mantenido en algunos lugares con todo su ceremonial. Estas fiestas culminan la obligada parada laboral invernal y suponen para los agricultores el inicio del ciclo de trabajo que no dejará tiempo para muchos festejos hasta el fin de las cosechas.
Ana Fe Astorga González